lunes, agosto 6

Del sentido de las cosas que se escriben sin sentido.

No tengo otra cosa mejor que hacer que escribir, así que me puse a hacer la mejor y única cosa que ahora tengo en mente, que es escribir, por supuesto.
Ahora que releo lo que escribo, me doy cuenta de las cosas que puedo llegar a hacer en un rato donde me dedico a pensar y escribir lo que pienso.

Más allá de eso, me cuesta entender por qué escribo lo que pienso.
Uno podría escribir cosas que a la gente le gusten, y le parezcan bien. Uno, puede pensar en escribir lo que la gente quiere leer.
Pero aún así, teniendo esa idea en la cabeza, me dedico a escribir lo primero que se me ocurra, dejando de lado lo que a la gente pueda llegar a interesarle más que “lo primero que se me venga a la cabeza”.
Esa idea de escribir lo que me sale, en vez de escribir lo que sé que es “interesante“ y que puede terminar siendo más agradable para la lectura me atrae quizás tanto o más que encontrarme un libro que me guste y leerlo miles de veces.
Será tal vez que solo lo siento, y en realidad, lo que pienso es normal, no lo sé.
Pero se me ocurren cosas para nada normales, y aunque quizás las escriba, no tendría sentido alguno hacerlo, ya que estoy hablando de lo que pienso, y no de lo que se me ocurre escribir.

He llegado a pensar que todo lo hago por algo, cosa que sí tiene sentido, o lo tendría, si supiera por que hago las cosas.
Entonces, cambiando de parecer, me dedico a pensar que las cosas las hago por hacerlas. Pero esto no puede ser correcto, o por lo menos así se me ocurre pensarlo.
Quizás sea entonces que hago cosas buscando el porqué hago esas cosas.
Probablemente tenga mucho más sentido que las anteriores.
O quién sabe, tal vez nada de lo que haga o diga tenga sentido.
Pero supongo, que cuando pensamos, y las cosas salen espontáneamente, el sentido no nos preocupa.
Aunque puede que sea todo lo contrario, si no me preocupara el sentido, ¿Por qué escribo todo con cierto orden?

Es raro verme de esta manera, escribiendo cosas sin sentido para buscar el sentido de escribir cosas, o buscando por qué escribo cosas sin sentido.

Quizás escribir no tenga un sentido. Y todo lo que acabo de decir tampoco, porque después de todo, estoy escribiendo.
Ciertamente, esto último puede que tenga algo de sentido.
Pero no lo sé.
Por eso prefiero dejar todo como está, sin sentido o con todo el sentido que le sea posible poseer a lo que escribo.Por ahora prefiero buscar un sentido luego, y decir lo que pienso, mientras el tiempo se pasa volando, y yo escribo, buscando el sentido a andar diciendo lo que pienso que no tiene sentido.

Hola!, Volví, después de mucho. Ya extrañaba esto del blog.
Espero que alguien me siga leyendo...
En fin. Saludos.
Nos vemos en cuanto pueda. Espero que sea pronto.

domingo, agosto 5

Interrupciones Repentinas.

Quizás sea porque todo me da vueltas en la cabeza.
Puede que sea que de tanto girar, todo tenga un orden. O también que nada tenga orden, y todo este girando.
Lo cierto es que nuevamente interrumpo mi lectura.
Otro chispazo de esos que surgen sin ser previstos y encienden fuego a mi imaginación, obligándome a dejar lo que este haciendo de lado, sometiéndome a dejar que todo salga libremente. Otra vez no pienso lo que escribo, ni me preocupa saber que digo.
Nuevamente, aquí, frente a lo que soy, y no me doy cuenta; dejando escapar el secreto, mi secreto, ese que se mantiene oculto en mis profundidades, tanto para ustedes, como para mí.
Ese secreto que simplemente huye de los turbios fondos de mi ser, obligándome a interrumpir lo que sea que esté haciendo, dejándome sola frente a un mar de ideas que surgen, todas tentadoras, cada una mágica, sabiendo que solo una será desarrollada, o puede que ninguna, y solo escriba lo que pueda, inconcientemente, más allá del tiempo o la razón
Solo se que pasa, como el verano, o la primavera, o tal vez más escaso, más pequeño, como el instante en que un rayo atraviesa la noche.
Siento que soy como un peatón que se juega a cruzar la calle sabiendo que solo quedan escasos segundos para que el semáforo de luz verde a los autos, siento que soy ese ser desesperado por llegar al otro lado de la calle, sin importarle morir en el intento, sabiendo que tal vez, los coches frenen a su paso. Pero también entendiendo que un vago tal vez no asegura nada.
Lo cierto es que simplemente, este algo que florece en mí, se presenta de este modo, tan repentino que a veces hasta sorprende y me hace dudar, a veces instantes, a veces horas. Pero hay algo en mí que me dice cuando hacerlo. Más allá de la sensación de sentirme poseedora de una magnificencia exquisita para la escritura.
Y sé que en este momento amaneció en mi interior esta idea de contarles que siento cuando despierta en mí ese espejismo que me muestra un perfecto oasis, ese imaginar que puedo hacer magia o por lo menos, darme el lujo de intentarlo, y simplemente dejarlo escrito. A mano, para la próxima vez que sufra interrupciones repentinas, recuerde que más que molestarme, asustarme o dudar, debería de sonreír y simplemente, dejar que fluya en mí.

Saludos, y hasta la próxima,
que no se que tan próxima sea, porque vuelvo al colegio.

viernes, agosto 3

Crónicas de un día de Agosto

Hace ya bastante que no escribo nada, y como me imagino, estarán ya cansados de ver dibujos e imágenes.
Así que decidí, (no se bien en qué momento), porque ya van varias veces que me “decido” a escribir, pero nunca escribí siquiera un “Buenas tardes”.
Si me permiten comentar, tuve, en estos días, variadísimas oportunidades de escribir, acerca de distintos temas, pero el que más me llamó la atención, y del cual decidí escribir, fue “¿Por qué siempre cae del lado del Dulce?”
Aunque de verdad, ¿Hay alguien verdaderamente seguro de que SIEMPRE caiga del lado del dulce?
Dejando de lado la reciente interrogación, dediquémonos, o mejor dicho, me pongo a escribir acerca del tema que tenía pensado escribir, que después de todo, es lo que me trajo a abandonar precipitadamente mi lectura, y empezar a articular palabras hasta formar oraciones, articular oraciones en párrafos, párrafos en textos, y así sucesivamente.

¿Por qué siempre cae del lado del Dulce?: Crónicas de un día de Agosto y del intento fallido de desayuno.
(De cómo un desayuno queda arruinado por los cordones de una zapatilla. O, en efecto, de cómo arruine la comida por no atarme los cordones de la zapatilla. Y de una moraleja que por lo menos a mí me dejo pensando ^^)

Sí amigos míos, una vez más empiezo a escribir a partir de un interrogante.
Para variar, no pienso hablar de cosas realmente interesantes (quizás a alguien sí le interese, pero nunca se sabe), simplemente, volveré a relatar hechos que estén basados en algo cotidiano, como el desayuno, la merienda, el mate o los bizcochitos.

Y aunque estén tan relacionados, dejaré el mate y los bizcochitos a un lado, y me dedicaré a las tostadas con manteca y dulce.
Para hacer más grata la lectura, voy a adjuntar al texto una crónica escrita a partir de hechos pasados.

Un día en Agosto de 2007:

Son las tres de la mañana, o eso creo. Hace frío y, tengo frío. Hay una gran diferencia.
Además de frío tengo hambre, y lo único a mano son unas tostadas y un poco de dulce.
Creo que dentro de poco me las desayunaré (Bwhahahahahaha).
[…]


Como se observa en la crónica, tenía (y hacía frío). Además tenía hambre, y lo único a mano eran unas tostadas, que planee desayunar.
Sin dudas me daría un banquete, donde el plato principal serían las dichosas tostadas.
Pero para entender mejor la historia, continuemos con la crónica, ya que se me hace prácticamente imposible explicar algo a partir de 3 renglones de la misma.

[…]
(Como dije antes, disfrutaré del “desayuno”).
Sigilosamente, por temor a que realmente sean las tres de la mañana, me dirijo a la cocina.
Luego de dudar unos minutos, (o segundos, no lo sé) me decido por una mermelada de damascos (o duraznos, no recuerdo) y un poco de manteca.
Ya relamiéndome imaginando lo que se vendría, comencé con la ardua tarea de untar la manteca, el dulce, y preparar un tazón de café con leche.
[…]


Como podrán apreciar, el desayuno estaba en proceso, y yo estaba dispuesta a desayunármelo, cueste lo que cueste. Continuemos:

[…]
En cuanto la tarea de untar quedó atrás, me dispuse a llevar el humeante tazón de café con leche a la mesa del comedor.
En el trayecto, note que los cordones de la zapatilla, como siempre, se encontraban desatados, corriendo yo el riesgo de tropezarme. Naturalmente, los dejé desatados y continué mi trayectoria de la cocina al comedor, y de vuelta al punto de partida.
Cuando comencé con el regreso al comedor, llevando conmigo el platito donde había acomodado cuidadosamente las tostadas, mirando atentamente a los cordones de la zapatilla, para no pisarlos me llevé por delante una alacena de la cocina. Por fortuna no pasó a más que eso.
(Vale aclarar el heroico hecho de que aún ninguna tostada toque el suelo).
[…]


Como imagino, descubrieron uno de mis secretos más preciados.
Sí, llevo siempre los cordones desatados. Y aunque debo admitir que más de una vez casi pierdo la cabeza por llevarlos así no me canso de no anudarlos, como deberían de estar siempre (anudados, como debería ser).
Además, supongo que notaron, casi arruino mi banquete, (al que salvé no se como).
En fin continuemos, que ya falta poco para el hecho en cuestión que me trajo a escribir.

[…]
Dificultosamente, me levanté con cuidado de que no caigan mi 3 preciosas tostadas.
Una vez que emprendí nuevamente mi camino, dirigí mi atención a no llevarme nada por delante, dejando de lado mis cordones.
Para mi desgracia, y la de las dichosas tres tostadas, trastabillé con los cordones, y aunque no caí al piso, di un extraño sacudón que, llevo al suicidio a una de las señoras tostadas. Lamentablemente, cayó del lado del dulce, dejando una pegajosa mancha en el piso.
[…]


Y si, mis queridísimos amigos, eso es lo que me trajo a escribirles hoy.
Como podrán observar, el descuido me llevó a perder mi tesoro.
Creo que nunca podría haber sido pirata. Imagínense a un pirata que escriba el mapa de tesoro en una galleta, y confíe tan preciado pedazo de masa a su loro “Paco”.
Queridos amigos, eso es una idiotez, y si no puedo negarlo, hago idioteces.
Pero a veces, esas idioteces traen frutos.
Piensen: Si esa idiotez no hubiera sucedido, no estaría ahora escribiendo.
Pero dejando las idioteces de lado, terminemos con la crónica, y con el texto en sí.

[…]
(Se me cayó una tostada).
Aunque aún tenía dos, sentía un vacío extraño. Inmediatamente supe que esa tostada, sería difícil de reemplazar.
Aún así, me apresuré (todavía manteniendo el silencio) a limpiar y hacer desaparecer toda posible evidencia de que había caído una tostada del lado del dulce en el piso
Después me dedique a disfrutar de lo que aún mantenía en mi poder, y por primera vez en algunos días, decidí atarme nuevamente los cordones de las zapatillas…mientras me preguntaba: ¿Por qué siempre del lado del dulce?
[…]
Extraído de “Crónicas de mi vida” Por Noko.
Fragmento: De un día de Agosto Y del intento fallido de desayuno
(Nombre original: El día de las idioteces reflexivas).
Adaptación para http://lega-laudable.blogspot.com por Noko.


Ya dando fin a la historia, y al post, quiero dejar en claro lo que me llevó a escribirles. Y por lo que me dediqué a contarles esta breve historia.

“Las idioteces muchas veces, nos llevan a recapacitar, y hacer las cosas bien.
De vez en cuando, “mandarse alguna” puede ayudarnos en muchos aspectos de la vida cotidiana, y ayudarnos a darnos cuenta de errores, que por muy obvios que parezcan, siempre terminan pasando desapercibidos, para muchos. No solo para nosotros mismos.
Aún así, hay que saber entender que el exceso de idioteces, nos vuelve idiotas. Y como se sabe, todos los excesos son malos.”

Espero que se entienda a lo que quiero llegar.
Así que ya saben:
Si hace mucho que no se mandan ninguna:
a) Son perfectos, y no comenten errores.
b) Están equivocados en algo, y no lo notan.
Dado que el punto “a” es demasiado improbable, fíjense en lo que hacen. Seguramente, no se están “atando los cordones”.
Saludos, y ¡Hasta la próxima!
Noko