Hace ya bastante que no escribo nada, y como me imagino, estarán ya cansados de ver dibujos e imágenes.
Así que decidí, (no se bien en qué momento), porque ya van varias veces que me “decido” a escribir, pero nunca escribí siquiera un “Buenas tardes”.
Si me permiten comentar, tuve, en estos días, variadísimas oportunidades de escribir, acerca de distintos temas, pero el que más me llamó la atención, y del cual decidí escribir, fue “¿Por qué siempre cae del lado del Dulce?”
Aunque de verdad, ¿Hay alguien verdaderamente seguro de que SIEMPRE caiga del lado del dulce?
Dejando de lado la reciente interrogación, dediquémonos, o mejor dicho, me pongo a escribir acerca del tema que tenía pensado escribir, que después de todo, es lo que me trajo a abandonar precipitadamente mi lectura, y empezar a articular palabras hasta formar oraciones, articular oraciones en párrafos, párrafos en textos, y así sucesivamente.
¿Por qué siempre cae del lado del Dulce?: Crónicas de un día de Agosto y del intento fallido de desayuno.
(De cómo un desayuno queda arruinado por los cordones de una zapatilla. O, en efecto, de cómo arruine la comida por no atarme los cordones de la zapatilla. Y de una moraleja que por lo menos a mí me dejo pensando ^^)
Sí amigos míos, una vez más empiezo a escribir a partir de un interrogante.
Para variar, no pienso hablar de cosas realmente interesantes (quizás a alguien sí le interese, pero nunca se sabe), simplemente, volveré a relatar hechos que estén basados en algo cotidiano, como el desayuno, la merienda, el mate o los bizcochitos.
Y aunque estén tan relacionados, dejaré el mate y los bizcochitos a un lado, y me dedicaré a las tostadas con manteca y dulce.
Para hacer más grata la lectura, voy a adjuntar al texto una crónica escrita a partir de hechos pasados.
Un día en Agosto de 2007:
Son las tres de la mañana, o eso creo. Hace frío y, tengo frío. Hay una gran diferencia.
Además de frío tengo hambre, y lo único a mano son unas tostadas y un poco de dulce.
Creo que dentro de poco me las desayunaré (Bwhahahahahaha).
[…]
Como se observa en la crónica, tenía (y hacía frío). Además tenía hambre, y lo único a mano eran unas tostadas, que planee desayunar.
Sin dudas me daría un banquete, donde el plato principal serían las dichosas tostadas.
Pero para entender mejor la historia, continuemos con la crónica, ya que se me hace prácticamente imposible explicar algo a partir de 3 renglones de la misma.
[…]
(Como dije antes, disfrutaré del “desayuno”).
Sigilosamente, por temor a que realmente sean las tres de la mañana, me dirijo a la cocina.
Luego de dudar unos minutos, (o segundos, no lo sé) me decido por una mermelada de damascos (o duraznos, no recuerdo) y un poco de manteca.
Ya relamiéndome imaginando lo que se vendría, comencé con la ardua tarea de untar la manteca, el dulce, y preparar un tazón de café con leche.
[…]
Como podrán apreciar, el desayuno estaba en proceso, y yo estaba dispuesta a desayunármelo, cueste lo que cueste. Continuemos:
[…]
En cuanto la tarea de untar quedó atrás, me dispuse a llevar el humeante tazón de café con leche a la mesa del comedor.
En el trayecto, note que los cordones de la zapatilla, como siempre, se encontraban desatados, corriendo yo el riesgo de tropezarme. Naturalmente, los dejé desatados y continué mi trayectoria de la cocina al comedor, y de vuelta al punto de partida.
Cuando comencé con el regreso al comedor, llevando conmigo el platito donde había acomodado cuidadosamente las tostadas, mirando atentamente a los cordones de la zapatilla, para no pisarlos me llevé por delante una alacena de la cocina. Por fortuna no pasó a más que eso.
(Vale aclarar el heroico hecho de que aún ninguna tostada toque el suelo).
[…]
Como imagino, descubrieron uno de mis secretos más preciados.
Sí, llevo siempre los cordones desatados. Y aunque debo admitir que más de una vez casi pierdo la cabeza por llevarlos así no me canso de no anudarlos, como deberían de estar siempre (anudados, como debería ser).
Además, supongo que notaron, casi arruino mi banquete, (al que salvé no se como).
En fin continuemos, que ya falta poco para el hecho en cuestión que me trajo a escribir.
[…]
Dificultosamente, me levanté con cuidado de que no caigan mi 3 preciosas tostadas.
Una vez que emprendí nuevamente mi camino, dirigí mi atención a no llevarme nada por delante, dejando de lado mis cordones.
Para mi desgracia, y la de las dichosas tres tostadas, trastabillé con los cordones, y aunque no caí al piso, di un extraño sacudón que, llevo al suicidio a una de las señoras tostadas. Lamentablemente, cayó del lado del dulce, dejando una pegajosa mancha en el piso.
[…]
Y si, mis queridísimos amigos, eso es lo que me trajo a escribirles hoy.
Como podrán observar, el descuido me llevó a perder mi tesoro.
Creo que nunca podría haber sido pirata. Imagínense a un pirata que escriba el mapa de tesoro en una galleta, y confíe tan preciado pedazo de masa a su loro “Paco”.
Queridos amigos, eso es una idiotez, y si no puedo negarlo, hago idioteces.
Pero a veces, esas idioteces traen frutos.
Piensen: Si esa idiotez no hubiera sucedido, no estaría ahora escribiendo.
Pero dejando las idioteces de lado, terminemos con la crónica, y con el texto en sí.
[…]
(Se me cayó una tostada).
Aunque aún tenía dos, sentía un vacío extraño. Inmediatamente supe que esa tostada, sería difícil de reemplazar.
Aún así, me apresuré (todavía manteniendo el silencio) a limpiar y hacer desaparecer toda posible evidencia de que había caído una tostada del lado del dulce en el piso
Después me dedique a disfrutar de lo que aún mantenía en mi poder, y por primera vez en algunos días, decidí atarme nuevamente los cordones de las zapatillas…mientras me preguntaba: ¿Por qué siempre del lado del dulce?
[…]
Extraído de “Crónicas de mi vida” Por Noko.
Fragmento: De un día de Agosto Y del intento fallido de desayuno
(Nombre original: El día de las idioteces reflexivas).
Adaptación para http://lega-laudable.blogspot.com por Noko.
Ya dando fin a la historia, y al post, quiero dejar en claro lo que me llevó a escribirles. Y por lo que me dediqué a contarles esta breve historia.
“Las idioteces muchas veces, nos llevan a recapacitar, y hacer las cosas bien.
De vez en cuando, “mandarse alguna” puede ayudarnos en muchos aspectos de la vida cotidiana, y ayudarnos a darnos cuenta de errores, que por muy obvios que parezcan, siempre terminan pasando desapercibidos, para muchos. No solo para nosotros mismos.
Aún así, hay que saber entender que el exceso de idioteces, nos vuelve idiotas. Y como se sabe, todos los excesos son malos.”
Espero que se entienda a lo que quiero llegar.
Así que ya saben:
Si hace mucho que no se mandan ninguna:
a) Son perfectos, y no comenten errores.
b) Están equivocados en algo, y no lo notan.
Dado que el punto “a” es demasiado improbable, fíjense en lo que hacen. Seguramente, no se están “atando los cordones”.
Saludos, y ¡Hasta la próxima!
Noko